Aquel músico indio, que había salido de su país en los años 30 para mostrar su música al mundo, se había convertido en un referente para las bandas británicas de los años sesenta que vieron un mundo de posibilidades en los sonidos del sitar, un instrumento enigmático y muy complicado de tocar que cautivó de manera especial a Georger Harrison. "La gran explosión del sitar empezó en 1966, al menos es cuando yo fui consciente de ello", escribiría Shankar en Mi música, mi vida.
Ravi Shankar fue un pionero, un aventurero musical que dedicó su vida a comprender su instrumento, a domarlo y dominarlo como pocos lo han hecho. En ese largo viaje vital el músico acercó dos mundos, dos tradiciones. Gracias a gente como Shankar la música tradicional de India viajó, creció y conoció otros mundos. De ese modo, en 1967, Shankar abrió en Los Ángeles su propia escuela, un lugar donde su música conocería a nuevos alumnos.
Un año antes, en 1966, Shankar había conocido a George Harrison y a Paul McCartney en Londres. "Me parecieron encantadores y muy educados, nada que ver con lo que me esperaba", relata el músico en sus memorias. En ese encuentro, Harrison mostró a Shankar su interés por aprender a tocar el sitar. Ese interés provocó que meses después el guitarrista inglés viajase a India junto a su esposa para un curso de introducción al sitar junto a Shankar. La llegada de Harrison a India provocó un gran revuelo, pero cimentó la relación entre los dos músicos, una amistad que duraría hasta la muerte de Harrison en 2001. Aquella amistad conllevaría grandes críticas de los tradicionalistas del sitar hacia Shankar, pero también le supondría una grandísima popularidad que le abrió las puertas de Occidente. El encuentro entre el pop occidental y la música tradicional india cambiaría la forma de ver el sitar.
Fuente: Cadena Ser
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